Ya en la última semana de junio 1811 todos sabían que la cuidad no podría resistir por mucho más tiempo, pero la guarnición seguía luchando heroicamente contra un implacable enemigo.
Para los civiles, la situación era un calvario. Dentro de las murallas podían caer hasta 1500 proyectiles en un día. Cada uno registrado por un toque de la campana de la Catedral. Muchas de las mujeres y niños de los soldados defensores depositaron su esperanza de salvación en la escuadra inglesa.
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La maldad que utilizan en el ataque revela el carácter de los franceses y el tipo de guerra que llevan a cabo.
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Los británicos se esforzaron con la evacuación desde la playa de muchas de ellas y de heridos.
El 24 de junio al mediodía, con el ruido infernal de la batalla como fondo y bajo fuego enemigo, una mujer dio a luz a una “Fina niña” en uno de los barcos de rescate. El mismo día, otro barco que iba entre la playa y la flota fue atravesado por una bala de cañón francés, que mató a una mujer e hirió a su bebé junto a tres marineros británicos. El barco dañado tenía que ser remolcado por otro para poder rescatar a la gente.
Muchas mujeres bajaban a refugiarse a las rocas de la playa con la esperanza de poder ser embarcadas. A veces pasaban toda la noche allí. Los franceses ya ocupaban el puerto desde donde disparaban constantemente fuego de cañones y morteros. Cruelmente, tenían por objetivo a los civiles que se encontraban entre las rocas .
El Capitán Codrington a bordo el barco HMS Blake de 74 cañones escribió:
La maldad que utilizan en el ataque revela el carácter de los franceses y el tipo de guerra que llevan a cabo. El fuego contra nuestros barcos puede ser legítimo en guerra, pero cuando solo está siendo usado contra la evacuación de mujeres y niños, es como disparar a la gente que sale a enterrar a sus muertos.
El Capitán Codrington se presentó en la playa para supervisar parte de la evacuación de civiles, y después en una carta a su esposa escribió:
“Había estado dirigiendo a las Cañoneras en una escaramuza y volvía al anochecer por la playa para ver si quedaba cualquier pobre desgraciado entre las rocas…Los barcos llevaban todo el día evacuando a los heridos y mujeres hacia los transportes . Encontramos a dos mujeres desesperadas con cuatro niños a punto de volver a la cuidad después de estar todo el día sin comer ni beber y bajo un fuego maligno dirigido allí donde se encontraban.
Una de las mujeres, delgada, sucia y desanimada, amamantaba a un bebé cuya madre enferma había sido llevada a los barcos. La escena fue conmovedora. ¿Qué me dirás cuando te diga que esa pobre mujer nunca había visto ni conocido a la mujer cuyo bebé cuidaba? No hubo vacilación, todos fueron llevados al barco. Cada marinero ofrecía su chaqueta para cubrirlas …
Mi siguiente cuidado fue buscar a la madre perdida, quien fue encontrada en uno de los transportes, y cuya expresión al ver a su bebé, no olvidaré facilmente!”
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Alrededor de 600 personas fueron recibidas en los barcos
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Codrington juntó este grupo de mujeres con la que había dado a luz en uno de los barcos, reservándoles un espacio en el HMS Blake. Escribía:
“Sus sonrisas en esas circunstancias son bastante sorprendentes, teniendo en cuenta como somos nosotros los ingleses, más melancólicos.”
Alrededor de 600 personas fueron recibidas en los barcos en el último día del asedio. Muchas llegaron a nado completemente sin ropa, y los marineros pidieron permiso a Codrington para dejarles la suya, algo que iba en contra de las normas de la armada británica, pues consideraba como propiedad del estado la ropa de sus soldados y marineros.
Codrington:
“Tambien dí el orden al resto del escuadrón para dar ropa.., además de alimentar a los hambrientos, por lo cual la administracón naval me lo restarán del pago.”
Con la caída de Tarragona, llegó la noticia que el marido de la mujer que había dado a luz en el barco había muerto en la defensa de la cuidad, y que el marido de la mujer que cuidaba del bebé entre las rocas, había sido capturado por los franceses.
El cuaderno de bitácora del Blake el 30 de junio 1811, anotaba:
“Por orden del Capitán, vino a bordo un sacerdote para bautizar al niño nacido en el barco la noche del 24 de junio con los nombres: Teresa Juana Josefa Blake. También hizo los ritos funerarios de otro infante quien había muerto por la mañana. Ambas ceremonias fueron celebradas por el rito católico.”
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