domingo, 3 de octubre de 2021

Nuevo lanzamiento: Tarragona 1813, El Arduo Camino hacia la Liberación

Próximamente saldrá mi nuevo libro a la venta titulado “Tarragona 1813, El Arduo Camino hacia la Liberación,” que narra la historia inédita del ejército anglo-siciliano que desembarcó en el Camp de Tarragona con el fin de asediar la ciudad ocupada por las fuerzas francesas de Napoleón Bonaparte.

El libro está basado en testimonios reales y nos aproxima a la acción a través de las palabras de múltiples testigos.

Nos esperan cargas de la caballería, cañonazos, una escuadra de 180 barcos, batallas, retos de duelo a muerte, naufragios … e incluso un romance prohibido!!!





 


lunes, 10 de agosto de 2020

¿Qué aspecto tenía el brigadier Sarsfield?

 

Una de las preguntas que surgió a menudo durante el periodo de investigación de mi libro sobre el asedio de Tarragona de 1811 ha sido;

¿Qué aspecto tenía el brigadier Sarsfield?

¿Qué aspecto tenía el principal defensor de la ciudad durante el asedio?

Encontré en un archivo en Oxford información que daba pistas sobre la personalidad de este oficial del regimiento de Ultonia. Ahí, existe un documento escrito por el agente militar británico Charles William Doyle. Lo reproduzco aquí:

Uno de los mejores soldados, quiero decir cómo general de división en el servicio español. Es extremadamente inteligente, valiente, rápido y perseverante. Merece la confianza implícita y se puede depender de él en las misiones de naturaleza más arriesgada. Es algo envidioso y de un precipitado y puntilloso temperamento, muy vivo a cualquier cosa que le parece menospreciar. Por desgracia es rápido para creer que se le pretende ofender. Es un hombre honorable y de excelente corazón, pero difícil de manejar.

Hasta ahora, no había encontrado ningún retrato de él o ninguna descripción física de este aguerrido soldado que nació en Ceuta en 1781. Era de descendencia irlandés y su familia llevaban varias generaciones en España.

The Guillaume Tell in action with H.M.S. Penelope, with H.M.S. ...

Pues, resulta que sí existe una descripción detallada de Pedro Sarsfield y Water. Aparece en una biografía que relata las experiencias de un teniente de la Marina Real británica. Este teniente sirvió a bordo el HMS Guillaume Tell, un buque de guerra de ochenta y cuatro cañones que estaba presente en la costa catalana en 1813, y su biografía fue publicada, en serie, en Coburn’s United Service Magazine en 1844.  El texto en cuestión se llama; “Passages in the life of a sailor

colburn's united service magazine - Used - AbeBooks


En el capitulo XXI, el teniente explica que cenó con Sarsfield en Villafranca del Penedés, junto con otros oficiales españoles y el agente militar Zehnpfenning, mientras soldados de la división de Sarsfield vigilaban el paso del Ordal. En la cena, bebían mucho vino y la conversación, entre muchas risas, fue animada y ruidosa. Celebraban la entrada de Wellington en territorio francés.

Aquí la descripción de Sarsfield que nos deja el teniente:

“A la hora de escribir, debe tener unos veinte ocho o treinta años. Es alto, delgado y de semblante atractivo. Tez clara, grandes e intensos ojos azules, pelo rizado castaño claro. En apariencia más como un Saxon que un Milesian [sic] o un hijo moreno de España. Es afable y cortés y habla el inglés a la perfección con acento irlandés de Tipperary”.

Durante la cena, llegó un mensajero con la noticia de que el enemigo avanzaba en el Ordal. Sarsfield ni se inmutaba. Daba órdenes y seguía bebiendo con sus invitados.

El teniente añadía que:

“Si hubieran permitido quedar a Sarsfield en la defensa de Tarragona en 1811, es posible que el resultado hubiera sido diferente. Porque no hubiera sido la primera vez que la presencia, ejemplo, entereza y recursos de un hombre inclinaba la balanza hacia la victoria”.

jueves, 2 de julio de 2020

A la caza de los Corsarios en 1813



En la tarde del 23 de junio de 1813, el capitán Charles Dilkes, con pluma en mano, se dispuso a redactar una carta a sus superiores. Dilkes era capitán del HMS Castor, una fragata de la Marina Real británica que, en ese momento se encontraba anclada en el tranquilo fondeadero de la bahía de Salou. 


Plano de una fragata de 32 cañones. Clase Amazon.

Dos semanas antes, la misma bahía había sido un hervidero de actividad naval, cuando, al dar por terminado un asedio a la cercana cuidad de Tarragona, una inmensa escuadra de más de 180 barcos había zarpado en dirección a Alicante. En aquella época, la bahía de Salou servía de fondeadero natural y lugar de reunión de los buques británicos encargados de patrullar por la costa del Levante.

El Castor era una fragata de 38 metros de eslora de la clase amazon. Armada con 32 cañones, era más ligera y veloz que los navíos de línea que formaban el núcleo principal de las escuadras de vela, y por esto, la misión del capitán Charles Dilkes y su tripulación de alrededor de 220 hombres, era la de dar caza a los barcos de Corsarios franceses que operaban desde los puertos de Tarragona y Barcelona, cuyas ciudades estaban ocupadas en ese momento por las fuerzas de Napoleón Bonaparte.



Dilkes redactaba su informe sobre un encuentro que había ocurrido el día antes con uno de aquellos barcos:

“Tengo que informarle que, al estar cerca del Llobregat ayer y en compañía de la cañonera nº8, observé que el bergantín HMS Sheerwater dió la señal de enemigos cerca”.

Dilkes y sus tenientes, desde la cubierta de su nave observaron con catalejos cómo una faluca armada, que evidentemente les había detectado, intentaba navegar a toda velocidad hacia el puerto de Barcelona. Comenzó la persecución a las cuatro y cuarto de la tarde y duraría varias horas.


Faluca

Debido a la fuerza del viento, el Castor logró maniobrar más cerca de la costa que la faluca. Sus disparos de cañón obligaron a la faluca a desistir en su intento de llegar a puerto. En lugar de esto, los corsarios cambiaron rumbo hacia el este, dónde buscaban desesperadamente protección en una torre de vigilancia que se encontraba en la playa de Montgat.


la Torre Ca l’Alsina
El ejército francés tenía destacamentos armados con cañones a lo largo de la costa catalana, desde las islas Medas hasta el Ebro. Pretendían con ellos crear una especie de vía marítima protegida contra la actividad naval de los británicos. Algunos puestos consistían en cañones montados en las antiguas torres de vigilancia construidos siglos antes como sistema de defensa contra la piratería berberisca. Otros, se encontraban montados a la intemperie, en la playa o subidos en las rocas. 
En Montgat, los franceses habían ocupado la Torre Ca l’Alsina, una torre defensiva situada en primera línea de mar. Es aquí donde la faluca ancló.

En el cuaderno de bitácora del Castor, que, en ese momento se encontraba a tres millas de la costa, el capitán Dilkes apuntaba que su tripulación preparaba dos lanchas con el fin de llegar hasta la faluca, abordarla y capturarla. A las siete de la tarde, las dos lanchas, armadas con carronadas en la proa y tripuladas por partidas de marineros e infantes de marina, empezaron a remar hacia la costa. Al mando de las partidas estaban los tenientes Loveless y Stanhope de los infantes de la marina, el contramaestre de barco Colford y el sub-teniente Hugh Hunter.



El capitán Dilkes escribió en el cuaderno de bitácora que:

A las 7.30 vi como la presa izó la bandera francesa y comenzó a disparar contra nuestros barcos de remo. A las 8 mar calmado…Montgat NE 3 millas. A las 9 comenzó el fuego de cañones y fusilería…

En su informe posterior escribió que:

El enemigo hizo un gran esfuerzo para prevenir que nuestra gente llegara a abordar su barco, esperaban a que estuvieran a menos del alcance de una pistola para después abrir fuego contra ellos con una descarga destructiva, que, los infantes de marina devolvieron con fuego de mosquetes y la carronada.

En la refriega cayeron varios hombres. Defendiendo la faluca se encontraban cuarenta ocho corsarios armados y su barco tenía dos cañones de seis libras, abundantes mosquetones y dos Culebrinas con horquilla, es decir, pequeños cañones que se giraban.


Culebrina con horquilla
Cuando las dos lanchas del Castor repletas de hombres estaban a tan solo 20 metros de la faluca, los corsarios de repente se pusieron en pie y abrieron un nutrido fuego contra los ingleses. Las balas silbaban alrededor de los barcos, impactando tanto contra la madera como contra los hombres. El contramaestre de barco Colford cayó muerto en el acto. También un marinero llamado Smith y Henry Bailey de los infantes de la marina. El sonido de la detonación de las carronadas era ensordecedor y el humo levantado por la fusilería impedía ver bien a los objetivos. A pesar de la confusión, las lanchas seguían avanzando. Cuatro infantes de marina y cuatro marineros más fueron heridos de gravedad y otros dos marineros sufrieron heridas leves. Entre los primeros había un marinero llamado Lace que posteriormente le tendrían que amputar el brazo. Otro, el marinero Glover, murió a consecuencia de sus heridas más tarde. No obstante, el momento que las proas de las lanchas golpeaban el casco de la faluca, la resistencia paró y los franceses corrieron por el otro lado de su barco para lanzarse al agua. Los británicos en seguida abordaron la embarcación que resultó ser La Fortune, un barco que había salido de Marsella cuatro semanas antes. Fueron apresados 9 corsarios. 



Los hombres del Castor llevaron La Fortune como presa bajo un fuego de metralla, bala rasa y fusilería procedente de la playa. Después de su subasta, el dinero fue repartido entre la tripulación y la noticia anunciada en el London Gazette el día 21 de septiembre de 1813.

Muertos

W Colford - contramaestre de barco
Smith - marinero
Henry Bailey - infante de la marina
Marinero Glover - timonel

Heridos gravemente

Marineros:
Robert Taylor – marinero
John Allen - marinero
John Lace – cordelero (brazo derecho amputado)

Infantes de Marina:
Samuel Mills
Hans Wertman
Samuel Smith
Stephen Nicholls

Heridos leves

Marineros:
Peter Berman

Infantes de Marina:
Cabo Talbot

Fuentes: Informe de Dilkes y Cuaderno de Bitacora del Castor 1813. (ADM 1/427 y ADM 53/269). National Archives Kew, Londres.

martes, 29 de octubre de 2019

jueves, 20 de junio de 2019

Tarragona 1812. Una ciudad desierta. Corsarios, Rehenes y Caragirats.




Después de la caída de Tarragona en la tarde del 28 de junio de 1811, la población civil de la ciudad se hallaba tan afectada que más bien parecía una imagen de ciudad desierta. Muchas de sus casas habían quedado destruidas por el fuego y por doquier abundaba la suciedad, ruinas y crecía la mala hierba en sus calles.


Salvo por la guarnición francesa de unos 1500 hombres, solo se paseaban por las calles un puñado de pobres civiles, supervivientes de la terrible masacre del año anterior, pero éstos apenas no superaban las 200 personas. También se podía ver algún rehén que andaba cabizbajo después de haber sido secuestrado en los pueblos de la comarca por impago de “contribuciones.” Los rehenes eran retenidos bajo amenaza de ser fusilados y su libertad dependía de un rescate en forma de dinero, ganado, gallinas, pan, cebada, trigo, vino o incluso sabanas o colchones.

La cobranza de las crecidas contribuciones impuestas por los franceses era tan frecuente y tan ardua que en marzo 1812 empezó a morir de hambre la población en los pueblos. En Valls, se contaba:

Bastante gente se alimentaba de hierbas [...] El pan que amasaban las casas particulares tenía que ser custodiado por fuerza armada, al ser llevado y traído de los hornos de la villa, a fin de evitar de este modo el que fuese robado por la hambrienta muchedumbre.
Por las calles de Bràfim, a 20 kilómetros de Tarragona, se veían a personas descoloridas, hinchadas o abotargadas de cara y piernas, también secos y de color negruzco, que se caían por las calles y caminos, muriéndose algunos de hambre, por no tener que trabajar ni comer.

El médico del pueblo vio morir 63 personas en Bráfim y Vilabella en el corto espacio de tres meses, aunque en los dos pueblos no vivían más de 500 vecinos.

Por este tiempo aumentaron hasta lo sumo los ladrones públicos que se llamaron embrollas, muchos eran desertores del ejército español. Contra ellos, se levantó una compañía de paisanos que provenían de todos los pueblos que los perseguían y fusilaban sin miramientos allí donde los encontraran.


El nuevo gobernador en Tarragona era el general Bertoletti, que tenía bajo sus órdenes dos batallones; uno francés del regimiento de línea 20º y otro italiano del 7º. Estos soldados manejaban los cañones en el Milagro, vigilaban el mar desde la altura del Pretori y a veces salían a saquear los pueblos. Sin embargo, Bertoletti tenía a sueldo otros cuerpos irregulares para hacer el trabajo sucio de abducir rehenes, lo cual hicieron, principalmente, de entre los curas y los más acaudalados de los pueblos insolventes:

Los conductores de estas personas eran regularmente los paysanos dados al enemigo, que eran la gente más vil y despreciable, las heces de nuestras tropas que havían desertado, y los franceses se servían de ellos para las cosas políticas y poco para la guerra. Nosotros los llamábamos caragirats, en el pla de Barcelona y Vallés brivallas, en el Empurdá perrots, en Urgel de la policía, e iban vestidos de uniforme francés y ellos nombraban partisants, gendarmes, etc.
Estas partidas iban de noche por los pueblos para secuestrar a la gente, a veces haciendo grandes capturas por todos los pueblos. Según escritos, una vez en Tarragona:

A los primeros días los dexaban ir libres por la ciudad; si no pagaban los encerraban en una casa sin darles que comer ni utensilios de que servirse; si tampoco pagaban los estrechaban en un castillo; y llegaron a intimar a los de Valls, Vilabella y otros que dentro ocho días, en caso de no pagar, cada día se sortearía uno de los presos para afusilarlo. Así lograban lo que querían.
Desde el puerto de Tarragona operaba otro grupo de gente vil. Eran corsarios a sueldo de los franceses, pero su eficacia se veía afectada debido a la presencia disuasiva de las fragatas pertenecientes a la Royal Navy que patrullaban por toda la costa.

El ejército español también hizo acto de presencia con frecuencia en el Campo de Tarragona, llegando a ocupar Reus en numerosas ocasiones y evitando que las tropas francesas o sus secuaces salieran de Tarragona. Los corsarios, en alguna ocasión, también se llevaron un susto cuando soldados españoles atacaron por sorpresa el puerto y tomaron el cargo de harina de un barco, e incendiaron otro.

Otro día, en Vila-seca, un batallón francés del regimiento 121º que marchaba a Tarragona desde Tortosa, fue emboscado y destruido por tropas del barón de Eroles y el capitán general Lacy. Los napoleónicos sufrieron 200 muertos y otros 550 hombres fueron llevados como prisioneros.


Las diferentes divisiones españolas, bajo el mando de líderes como; Eroles, Lacy, Sarsfield, Manso, Milans y Villamil estaban en continuo movimiento, yendo y viniendo por todos los pueblos. Combatían con frecuencia a los franceses en numerosas batallas y escaramuzas, pero también necesitaban víveres, con lo cual, la gente les tenía que hacer contribuciones también. El médico de Bràfim decía: “Nosotros pagábamos a ambos”.

Cuando se marchaba una división española a otra parte, los franceses corrían para ocupar o saquear de nuevo Reus o Valls. Quemaron casas, mataban a gente y cometieron brutalidades con las mujeres. 


Cuando alguien se vengaba y mataba a un soldado francés rezagado, llegaban las inevitables represalias. La orden publicada por las autoridades de la ocupación era fusilar a quien matase un francés:

si no se sabía el reo se afusilase al dueño de la casa o tierras donde se hallase el cadáver, o el más cercano al camino, casa o calle, y además se pagase una contribución arbitraria entre los habitantes del pueblo o término donde suceda; y hasta haver pagado se incendiase cada día una casa. Y si nada de esto podía verificarse, se afusilasen las diez personas más principales del pueblo.
En 1812, la gente vivía mal, obedecía y alagaba en público a los enemigos y los aborrecía secretamente. La actividad de las fuerzas de la resistencia aumentaba, sin embargo, la guerra parecía que duraría algunos años más.