domingo, 11 de agosto de 2013

El Gobernador Gonzalez



 
La firma del Gobernador Gonzalez

Sobre las 6 de la tarde del 28 de junio de 1811, en el Pla de la Seu, la emblemática plaza delante de la Catedral de Tarragona, él que era Gobernador de la ciudad, José González, desenfundó por última vez su espada, decidido a morir combatiendo en defensa de la ciudad. Delante de él se acercaron los numerosos soldados franceses bebidos, enfurecidos y sedientos de venganza, después de haber soportado una resistencia encarnecida durante 56 días de asedio. 

Irrumpieron en la plaza en masa y a la carga, subiendo las escaleras entre gritos, disparos y el batir de tambores. José González, cayó.


*
Diez días antes, cuando los fieros combates aún se libraban en el puerto, este hombre, tal vez hubiese logrado esbozar una sonrisa entre tanta tragedia al leer una respuesta a una de sus cartas, en la cual había pedido setecientos cincuenta cañones de Fusil para ser enviados a Igualada. 



 La respuesta que recibió fue la siguiente:

"Ahora mismo voy (para) allá y embiaré las cañones de fusil. Vengo de Sarsfield. Amigo es un gusto ver como se portan esas quintas nuestras – hace calor alla abajo.!!!"

*
La noche del 28, cuando los combates habían terminado, un grupo de prisioneros del regimiento de Saboya pasaron por el Pla de la Seu. Uno de ellos describía la escena:

“Las calles obstruidas de cadáveres y de vestigios de horror, dificultaban el paso a los que tuvimos la desgracia de atravesarlas en aquellos momentos de aflicción: en fin ,nada bastaba á saciar la cólera de aquellos bárbaros, cuyos excesos son dificiles de explicar." (...)*

El mismo testigo, escribió sobre el gobernador Gonzalez, que: 

"después de muerto aun hicieron con él mil ignominias".


* Extracto de una carta de un oficial que fue capturado y escapó, reproducida en El Conciso núm. 28 (de la revista de la Corte de Cádiz) del 28 de agosto 1811 (si alguien quiere una copia tengo una versión completa en PDF) 


lunes, 5 de agosto de 2013

General Sir John Murray y el Sitio de Tarragona de 1813



Este articulo, basado en la información que se divulgo en la conferencia el 25 de junio en el Corte Inglés de Tarragona, es bastante largo (12 paginas). Es recomendable copiar y pegar en Word y imprimirlo:

Plan de 29 puntos

En la primavera de 1813, en plena guerra de la Independencia, el Duque de Wellington, comandante en jefe de las fuerzas aliadas en la península, incluyendo el ejército español, planificaba un avance general de todas las fuerzas en todos los frentes contra el Rey José Napoleón y los Mariscales franceses que ocupaban, con sus imponentes ejércitos, gran parte del territorio nacional. 

Ordenes de Wellington sobre Tarragona 1813

Aunque el ataque principal se lanzaría desde Portugal en dirección noreste, las maniobras en la costa del levante formarían una parte importante de su estrategia y por lo tanto para su fluido funcionamiento se elaboró un plan detallado que consistía en 29 puntos estratégicos, entre los cuales se incluía la puesta en marcha de un “segundo” asedio a Tarragona, que, en ese momento era una ciudad en ruinas, carente de población y en manos de los franceses.

Para las operaciones en el Campo de Tarragona, se designó un ejército anglo-siciliano, con el general Sir John Murray al mando. Este militar aristocrático debía su privilegiada posición más a sus contactos en las altas esferas del poder que a sus habilidades bélicas. Pues, era mediocre y mostraba extrema indecisión en momentos claves.

En términos estratégicos, el asedio británico de Tarragona formaba una pequeña parte de una campaña más amplia siendo  concebido principalmente para distraer y mantener ocupado al temido Mariscal francés Suchet, cuyo ejército se encontraba en Valencia, y prevenir su reunión con el pseudo rey José Napoleón en el centro del país. Con las fuerzas francesas divididas, Wellington llevaría a cabo un golpe definitivo contra el hermano de Napoleón, poniendo fin a 5 años de sangriento conflicto.

Los aliados previeron, como en una jugada de ajedrez, que Suchet, al ver amenazada Tarragona por el desembarque de una fuerza Anglo-Siciliana, se vería obligado a correr en ayuda de la guarnición, debilitando así su ejército en la provincia de Valencia. Consecuentemente, el territorio abandonado sería retomado por el avance de fuerzas españolas dirigidas por los generales Elios y el Duque del Parque, cuyas órdenes fueron: “Obtener posesión del campo de Valencia”. 

La captura de Tarragona y su puerto abriría una comunicación más eficaz con el ejército de Cataluña bajo el mando del general Copons, permitiéndole aumentar su potencia de combate con un incremento de suministros y refuerzos, muy necesarios en ese momento. Sin embargo,  en el caso de no capturar la ciudad, el ejército Anglo- Siciliano tenía instrucciones de volver a embarcar y unirse al ala derecha del ejército del Duque del Parque en la nueva línea del frente que ya, en teoría, se habría desplazado más hacia el norte.
En caso de que Suchet volviera a recuperar territorio en Valencia, la operación de desembarque en Tarragona se repetiría. Igualmente, con la captura o no de Tarragona, Suchet bailaría al son de los aliados.


Batalla de Castalla un bautismo de fuego

Seis semanas antes de emprender las operaciones en Tarragona, el ejército Anglo-Siciliano de unos 18,000 hombres ocupaba una posición al noroeste de Alicante, esperando la llegada del Duque del Parque con su ejército de 30,000 hombres previstos a ocupar una posición a su izquierda, desde donde podrían flanquear las fuerzas de Suchet procediendo hasta Utiel y Requena mientras los generales Elios y Murray presionarían a los franceses desde su frente. 

Mariscal Suchet entrando en Valencia

El Mariscal francés, aprovechando la tardanza del Duque del Parque decidió precipitar el plan y caer sobre Murray, que en ese momento se encontraba solo. El 13 de abril 1813 tuvo lugar la segunda batalla de Castalla.

En principio Suchet parecía tener todas las cartas en su mano. Superaba a su enemigo tanto en número como en homogeneidad de sus tropas, muchos de los cuales habían participado en el asedio de Tarragona de 1811 y como en el caso del regimiento de infantería de línea 16 eran veteranos de la batalla de Wagram. Por otro lado el mando de Murray estaba disgregado y además él mismo desconfiaba de una parte de sus tropas italianas que en Alicante habían estado a punto de desertar hacia el enemigo.
Aunque el ejército se llamaba Anglo-Siciliano, fue compuesto de tropas muy variadas. De los 18,000 hombres solo 4000 eran británicos pertenecientes a los siguientes regimientos; 1/58 Rutlandshire, 1/27 Inniskillin, 2/67 south Hampshire, 1/10 North Lincoln, 1/81 Loyal Lincoln Volunteers.
Otros 4000 eran alemanes del Kings German Legion (KGL), había dos cuerpos de soldados españoles, de unos 4000 soldados cada uno, bajo el mando de los oficiales británicos Whittingham y Roche,  que eran voluntarios en el servicio español.  También había un contingente de portugueses e infantería suiza del regimiento de Rolls, estos últimos al servicio británico. Los Sicilianos y calabreses eran poco más de 1000 soldados. La caballería, unos 880 hombres, se componía de españoles, sicilianos, e ingleses, con un contingente de húsares de Brunswick. 

Kings German Legion (infanteria ligera)

El general sir John Murray desplegó esta fuerza internacional a lo largo de las alturas de Castalla la mañana del 13 de abril 1813, con su ala derecha anclada en el pueblo y el castillo. 

segundo batalla de Castalla

El mariscal Suchet, antes de formar su ejército en columnas de ataque, tuvo que desfilar por el paso estrecho de Biar, que, en caso de retirada le podría causar graves problemas.

El ataque francés adoptó las tácticas de siempre, así que, mientras cinco imponentes columnas de infantería avanzaban detrás de una nube de Tirailleurs, la caballería buscaba flanquear la derecha de la posición aliada. Esta última maniobra inquietaba tanto al comandante británico que, preso de los nervios, y quizás atormentado por el punto trece del plan estratégico de Wellington que decía; “Perdonaré todo menos que alguno de los ejércitos sea derrotado o dispersado”, ordenó la precipitada retirada del ejército de sus posiciones. Afortunadamente, la orden, portada por jinetes llegó tarde y los oficiales de división la pasaron por alto, pues, ya estaban metidos en combate.

En medio de la batalla, una de las columnas francesas al ascender la colina llegó a un punto seguro quedándose oculto a la vista de los soldados aliados que ocupaban la cima. Entonces, un solo oficial francés de granaderos se descubrió, sable en mano, desafiando al regimiento británico a que enviasen uno de sus oficiales para combatir con él, cuerpo a cuerpo. El reto fue aceptado por el capitán Waldron del regimiento 27 de Inniskillin, irlandés de nacimiento. 


Durante el combate el sol destellaba en sus sables mientras los choques de acero resonaban alrededor de los soldados de los dos bandos que observaban la escena en un intenso silencio. La lucha finalizó al poco tiempo, cuando el irlandés, con un brusco movimiento, partió en dos la cabeza del francés. Aprovechando la momentánea vacilación de las tropas imperiales al recibir tal golpe a su moral, los soldados del Inniskillin, con gritos de guerra, cargaron a la bayoneta contra la columna enemiga, que al instante reaccionaron dando media vuelta huyendo despavoridos colina abajo. 

A partir de este momento, el mariscal Suchet no pudo recuperar la iniciativa, su retirada se convirtió en una huida precipitada con la caballería, artillería e infantería, todos mezclados, pasando en desorden por el paso de Biar.

Este bautismo de fuego del ejército Anglo-siciliano resultó ser una victoria para los aliados, no debido a la habilidad mostrada por su comandante sino a pesar de ésta.
Eran leones dirigidos por un cordero.

Desembarque en Tarragona

A finales de mayo, Suchet volvería a ver el ejército  Anglo-Siciliano, esta vez a su paso por aguas de Valencia transportado por una impresionante flota de ochenta naves que, rumbo al norte, navegaba lo suficientemente cerca de la costa para que el Mariscal francés las divisara. Suchet, obligado a mover ficha, tardaría una semana en preparar una fuerza para ir a su encuentro.

La expedición de Sir John Murray llegó a aguas de Tarragona el 2 de junio, dónde los generales españoles Copons y Manso se le unieron con 8,000 hombres más. Ese día el estado del mar no permitía el desembarque de tropas, así que tuvieron que esperar al día siguiente para empezar las complicadas operaciones de hacer llegar a tierra firme 17,000 hombres, 800 caballos, numerosas piezas de artillería y cuantiosas cantidades de municiones, suministros, alimentos y agua. La operación se alargaría durante días.

Ante la disminuida guarnición francesa (1600 hombres) y el mal estado de las obras defensivas de la ciudad, un asalto general hubiese sido la vía más recomendable, pero Murray, erró en su decisión, optando por poner en marcha todo un asedio convencional, malgastando valioso tiempo montando baterías de artillería pesada para abatir las murallas. De hecho, el impresionante conjunto de piezas de artillería fue la misma que Wellington usó en los asedios de Badajoz y Ciudad Real. 

Sitio de Tarragona 1813

El ejército cerca la ciudad

El ejército procedió a cercar la ciudad, ocupando las mismas posiciones que los franceses durante el asedio de 1811. Todo el campo de Tarragona ofrecía una imagen muy variopinta hirviendo de frenética actividad  causada por las idas y venidas de tropas y escuadrones de caballería que lucían una amplia y vistosa gama de uniformes, todos ellos diferentes.

Los británicos vestían sus conocidas casacas rojas, del mismo color intenso iba la infantería del KGL resaltando sobre su infantería ligera diferenciada por túnicas verde oscuro mientras que los dragones ligeros del mismo cuerpo se cubrían con Pellizas azules.

También presentes la infantería ligera de Calabria se paseaba en sus casacas azules y shakós cilíndricos, seguidos por la infantería siciliana con túnicas azul celeste y casco tipo gorra de pluma.
Por otro lado la infantería y los húsares de Brunswick vestían uniformes negros con una calavera como insignia. 

Desde el mar, la impresionante flota británica mantuvo un continuo y duro bombardeo de las posiciones enemigas, empleando todo tipo de embarcaciones, desde fragatas hasta cañoneras. El buque insignia, del almirante Benjamín Hallowell, era el poderoso HMS Malta de 80 cañones.

Almirante Benjamin Hallowell
Vienen los franceses

A los pocos días del comienzo del asedio llegó la noticia de que Suchet ya estaba en marcha hacia Tortosa con más de 9000 hombres y que otro general francés, supuestamente Decaen, se acercaba desde Barcelona con otra fuerza imperial superior a los 8000 hombres. En realidad, éste último no fue otro que el general Maurice Mathieu


Decaen, quien se encontraba en el Emporda, temia poner  en movimiento sus tropas debido a la oportuna llegada de otra flota británica por las costas del norte que había incluso llegado a desembarcar marines en la bahía de rosas. Resultó ser una maniobra del Almirante Pellew en apoyo a las operaciones entorno a Tarragona.

Comunicación entre los franceses

Los dos ejércitos imperiales unidos podrían llegar a superar en fuerza a los aliados, sin embargo,  la dificultad de comunicación entre ellos disminuyó considerablemente su ventaja numérica. Con el camp de Tarragona ocupado por fuerzas aliadas y el mar dominado por la escuadra británica, cualquier correspondencia entre  los comandantes franceses, escrita con el fin de coordinar sus movimientos, era impracticable, ya que tendría que dar la vuelta por el Coll de Lilla, Montblanc y finalmente la Mora, pudiendo ser objeto de una emboscada por parte de las guerrillas o somatens.

Coll de Balaguer

El hecho de que el campo de Tarragona estuviera completamente rodeado de montañas significaba que, desde un punto de vista estratégico, el ejército que asediaba la ciudad debía controlar los desfiladeros, a través de los cuales el enemigo tendría que pasar, para así oponerse a cualquier intento de socorro a la plaza por parte de fuerzas venidas desde Barcelona o Tortosa. A 20 millas al sur de Tarragona se encontraba la única via transitable que comunicaba la ciudad con Tortosa, el Coll de Balaguer, dominado, en ese momento, por el fortín de San Philippe. Las fuerzas de Suchet tendrían que abrirse paso en este punto o por lo contrario  dar una vuelta tortuosa por la ruta de Mora d’Ebre, Montblanc y el Coll de de la Riba.

Coll de Balaguer
 
Por lo tanto, incluso antes de empezar las operaciones contra Tarragona, el general Murray envió una fuerza con el objetivo de hacerse con éste estratégico  fortín y cerrar así el paso al Mariscal Suchet.

Prevost

El tres de junio a las once de la mañana el Coronel Prevost desembarcó a una milla al este del Coll de Balaguer con una brigada bajo su mando compuesta de; el 2º batallón del regimiento 67 (South Hampshire), los regimientos suizos De Rolls y de Dillons y dos piezas de artillería. Contaba con el apoyo de Capitán Adam de HMS Invincible.

El Coronel explicaba en su informe que;

Se unieron a mí los regimientos de Barcelona y Palmas bajo el mando de Don José Carles.
Inmediatamente ordené a los Rolls rifles, la compañía ligera del 67 y la compañía ligera de Rolls, bajo el mando del capitán Muller de los Rolls rifles, a cercar el fortín la más cerca posible, lo cual hizo tan eficazmente que a las dos de la tarde, el enemigo no pudo ni siquiera asomarse de sus parapetos.
Un cañón de 6 libras fue subido por la Sierra del Tasal, una montaña muy inclinada, a 700 yardas del fortín, para molestar al enemigo con obuses de metralla.
(…)El día 4, dos cañones de 12 libras y un obús bajo el mando de Lieut Corbyn del HMS Invincible,  fueron subidos al Tasal y manejados por la tripulación del buque.” 

Extracto del informe de Prevost


Coll de Balaguer capturado

Durante la noche del quinto día de ese mes hubo algunas pérdidas entre los marineros que iban de camino a las baterías, montadas a 300 metros del Fortín cuando la guarnición francesa al percibir el ruido que hacían, abrió fuego a ciegas. Aquella tarde un contingente de Royal marines desembarcaron del bombarde HMS Strombolo con órdenes de colocar una batería de dos morteros de 8 pulgadas sobre la carretera a varios centenares de metros del puesto enemigo. Una de los proyectiles lanzados estalló de tal manera que hizo volar la puerta del almacén de pólvora dentro del mismo fortín, causando gran inseguridad entre la guarnición. En seguida el Capitán Zehnpfenning fue enviado bajo una bandera blanca, logrando la inmediata rendición de la guarnición francesa. 

Fort San Phillippe

La flota en Coll de Balaguer

Ya en manos de los aliados sería muy difícil que las fuerzas de Suchet lograsen pasar, pues, no solo tendrían que conquistar el fortín y las tropas atrincheradas a su alrededor, sino que sufrirían el acoso desde el mar de la poderosa flota británica que podría hacer valer cientos de bocas de cañón a la vez.

Ship of the line

Durante su avance tentativo Suchet comprobó por sí mismo parte de lo que estaba por venir siendo expuesto a un intenso cañoneo por parte de HMS Thames. Además, el hecho de encontrar toda la flota británica anclada delante del Coll de Balaguer y la llegada de preocupantes noticias sobre el avance de los ejércitos españoles en la provincia de Valencia acabó influyendo en la decisión del Mariscal de desistir en sus intentos de llegar a Tarragona.



La defensa de Murray

Sin embargo, a Murray se le llenó tanto la cabeza por la supuesta superioridad del enemigo y su inminente llegada, que fue incapaz de reconocer las buenas cartas que poseía en su propia mano. Su mejor carta consistía en tener todas sus fuerzas concentradas en el único lugar donde las dos columnas enemigas podrían unirse, el campo de Tarragona. Su posición geográfica le hubiera permitido enfrentarse a sus oponentes por separado, logrando, si hubiera querido, una superioridad local en su punto de ataque.

Lo que es más, habiendo ya derrotado a Suchet en la batalla de Castalla, Murray contaba con ventaja psicológica sobre el francés. De la misma manera se encontraba su aliado Copons, que en abril del mismo año, había repulsado al general Matheiu en el Coll de Cristina, causandole 600 bajas.

A pesar de que al ejército de Copons le faltaba suministros y que había comunicado a Murray que no lucharía en campo abierto sin existencia de vía de escape hacía las montañas, éste último todavía contaba con una fuerza móvil de entre 12,000 y 16,000 hombres con que atacar al general Mathieu.

Desgraciadamente, la sensación de peligro y las ansias de huir de Murray iban en aumento, acentuadas aún más por la inexistencia de posibilidad de reembarcar a su ejército debido a la mala mar que hubo los días 8 y 9. El comandante en jefe de la fuerza anglo-Siciliana exageraba también  los puntos débiles de su propia fuerza, alegando que las tropas italianas no trabajan de manera voluntaria.

Al final,  a pesar de su buena mano, la indecisión y el nerviosismo del comandante británico le llevaron a tomar una decisión vergonzosa.

“(…)Lamento afirmar que he tenido la necesidad de levantar el asedio de Tarragona y embarcar al ejército (…) como única manera de evitar una acción general que hubiera sido llevado a cabo bajo condiciones desventajosas”.

La mañana del 12 de junio comenzó a embarcar a los soldados de una manera precipitada e impropia de un ejército bien disciplinado.



El abandono de 21 piezas de artillería

La desgracia no terminó aquí. A causa de su temor e impaciencia,  Murray dio la poco acertada orden de abandonar los valiosos cañones en sus baterías, de clavarlos y de quemar sus carruajes.

El almirante Benjamin Hallowell, alarmado por el desarrollo de los acontecimientos, le aconsejó a Murray que retrasase la retirada hasta la noche, prometiendo embarcar todos sus cañones, sin embargo su idea fue desestimada por el General. Indignado, el almirante enumeró las pérdidas en una carta a su superior, el almirante Pellew:

“Lamento informarle que ninguna medida había sido adoptada en preparación para la retirada, y 21 piezas de artillería fueron abandonadas en sus baterías; once piezas de 24 libras, cinco morteros de 10 pulgadas y cinco Obuses de 10 pulgadas, los cuales fueron todos clavados por orden del jefe de las fuerzas aunque era mi decidida opinión y consejo esperar hasta  la noche prometiendo embarcar todo.”

Extracto carta de Hallowell
Hallowell también recibía informaciones que contradecían la versión dada por Murray en relación a la supuesta superioridad numérica de las tropas francesas que se acercaban desde Barcelona.

“Aún no he escuchado que la fuerza enemiga haya pasado más allá de Villafranca y no hay motivos para creer que la división venida desde Barcelona bajo el mando de Decaen consista en más que cinco mil hombres.
El HMS Strombolo regresó ayer noche de Torredembarra y Capitán Stoddart relató que ahí, vio una persona que había salido de Villafranca a las siete y media de la mañana de ese mismo día, quien informó que (...) su número era 5000 y que su artillería se componía de dos pequeños cañones de montaña llevados por mulas, dos cañones de campaña y un Obús.”

Consejo de Guerra

Las acciones de Murray dieron lugar a un aluvión de críticas, conflictos e insultos. Fue relevado de inmediato del mando del ejército Anglo-Siciliano y posteriormente llevado ante un consejo de guerra que atrajo mucho la atención de la prensa y el público en el Reino Unido.

Se enfrentó a tres cargos;
El primero por haber desembarcado inútilmente artillería y municiones después de saber que una fuerza enemiga superior se le acercaba.
El segundo por desobediencia de una orden escrita de Wellington, por solo haber embarcado, en principio, una parte de sus fuerzas y no todas, operando erráticamente. (La caballería se desplazó al Coll de Balaguer y Murray también volvió a desembarcar sus fuerzas temporalmente en ese punto después de levantar el asedio de Tarragona).
El tercero y último fue a causa de haber abandonado innecesariamente una gran cantidad de artillería y pertrechos los cuales pudieron haberse embarcado con seguridad.

A pesar de las declaraciones condenatorias de Hallowell como testigo en el consejo de guerra y la suma de todas las pruebas en contra del general Sir John Murray, el oficial aristócrata logró convencer al juez que las fuerzas francesas que se le acercaban en Tarragona superaban las 20,000 tropas. Facilitando así  su absolución de los dos primeros cargos.  No obstante, excusar la pérdida del tren de artillería que tanta deshonra había causado al  ejército británico resultó ser más complicada. El consejo de guerra propuso amonestarle pero la intervención por parte del Príncipe regente garantizó la absolución total de todos los cargos.

Hubo consecuencias trascendentales debido a la pérdida del tren de artillería la cual derivó en la anulación de la capacidad del ejército anglo-siciliano de llevar a cabo asedios en Cataluña. Este desastre alivió la presión sobre el mariscal Suchet en Valencia, permitiéndole maniobrar más confiado y sin temor a más operaciones en su retaguardia.

Sin embargo los franceses tenían en España los días contados. El 21 de junio la campaña de Wellington alcanzó su punto álgido en la batalla de Vitoria, dónde atestó un golpe definitivo al Rey José Napoleón del cual nunca se recuperaría. A partir de este punto, a los franceses, no les quedó más opción que retirarse de la Península.





Nota: Desde que escribí este artículo he ido descubriendo nuevos documentos que contradicen algunos de los fuentes consultadas y que me han obligado a revisar mi opinión sobre los sucesos de 1813 en Tarragona. 
Para una versión revisada ver este otro artículo: