Este articulo, basado en la información que se divulgo en la conferencia el 25 de junio en el Corte Inglés de Tarragona, es bastante largo (12 paginas). Es recomendable copiar y pegar en Word y imprimirlo:
Plan de 29 puntos
Plan de 29 puntos
En la primavera de 1813, en
plena guerra de la Independencia,
el Duque de Wellington,
comandante en jefe de las fuerzas aliadas en la península, incluyendo el ejército español,
planificaba un avance general de todas las fuerzas en todos los frentes contra
el Rey José Napoleón y los Mariscales franceses que ocupaban, con sus
imponentes ejércitos, gran parte del territorio nacional.
Ordenes de Wellington sobre Tarragona 1813 |
Aunque el ataque principal se lanzaría desde Portugal en dirección noreste,
las maniobras en la costa del levante formarían una parte importante de su
estrategia y por lo tanto para su fluido funcionamiento se elaboró un plan
detallado que consistía en 29 puntos estratégicos, entre los cuales se incluía
la puesta en marcha de un “segundo” asedio
a Tarragona, que, en ese momento era una ciudad en ruinas, carente de
población y en manos de los franceses.
Para las operaciones en el Campo de
Tarragona, se designó un ejército anglo-siciliano, con el general
Sir John Murray al mando. Este militar aristocrático debía su
privilegiada posición más a sus contactos en las altas esferas del poder que a
sus habilidades bélicas. Pues, era mediocre y mostraba extrema indecisión en momentos claves.
En términos estratégicos, el asedio
británico de Tarragona formaba una
pequeña parte de una campaña más amplia siendo concebido principalmente para distraer y
mantener ocupado al temido Mariscal francés Suchet, cuyo ejército se encontraba
en Valencia, y prevenir su reunión con el pseudo rey José Napoleón
en el centro del país. Con las fuerzas francesas divididas, Wellington llevaría
a cabo un golpe definitivo contra el hermano de Napoleón, poniendo fin a 5 años
de sangriento conflicto.
Los aliados previeron, como en una jugada de ajedrez, que Suchet, al ver amenazada Tarragona por
el desembarque de una fuerza Anglo-Siciliana, se vería obligado a correr en
ayuda de la guarnición, debilitando así su ejército en la provincia de Valencia.
Consecuentemente, el territorio abandonado sería retomado por el avance de
fuerzas españolas dirigidas por los generales Elios y el Duque del Parque,
cuyas órdenes fueron: “Obtener posesión
del campo de Valencia”.
La captura de
Tarragona y su puerto abriría una comunicación más eficaz con el ejército de
Cataluña bajo el mando del general Copons, permitiéndole aumentar su potencia
de combate con un incremento de suministros y refuerzos, muy necesarios en ese momento. Sin
embargo, en el caso de no capturar la
ciudad, el ejército Anglo- Siciliano tenía instrucciones de volver a embarcar y
unirse al ala derecha del ejército del Duque del Parque en la nueva línea del
frente que ya, en teoría, se habría desplazado más hacia el norte.
En caso de que
Suchet volviera a recuperar territorio en Valencia, la operación de desembarque
en Tarragona se repetiría.
Igualmente, con la captura o no de Tarragona, Suchet bailaría al son de los aliados.
Batalla de Castalla un bautismo de fuego
Seis semanas antes de emprender las operaciones en Tarragona, el ejército
Anglo-Siciliano de unos 18,000 hombres ocupaba una posición al noroeste de
Alicante, esperando la llegada del Duque del Parque con su ejército de 30,000
hombres previstos a ocupar una posición a su izquierda, desde donde podrían
flanquear las fuerzas de Suchet procediendo hasta Utiel y Requena mientras los
generales Elios y Murray presionarían a los franceses desde su frente.
Mariscal Suchet entrando en Valencia |
El Mariscal francés, aprovechando la tardanza del Duque del Parque decidió
precipitar el plan y caer sobre Murray, que en ese momento se encontraba solo.
El 13 de abril 1813 tuvo lugar la segunda batalla de Castalla.
En principio Suchet parecía tener todas las cartas en su mano. Superaba a
su enemigo tanto en número como en homogeneidad de sus tropas, muchos de los
cuales habían participado en el asedio de Tarragona de 1811 y como en el caso
del regimiento de infantería de línea 16 eran veteranos de la batalla de
Wagram. Por otro lado el mando de Murray estaba disgregado y además él mismo desconfiaba
de una parte de sus tropas italianas que en Alicante habían estado a punto de
desertar hacia el enemigo.
Aunque el ejército se llamaba Anglo-Siciliano, fue compuesto de tropas muy
variadas. De los 18,000 hombres solo 4000 eran británicos pertenecientes a los
siguientes regimientos; 1/58 Rutlandshire, 1/27 Inniskillin, 2/67
south Hampshire, 1/10 North Lincoln, 1/81 Loyal Lincoln Volunteers.
Otros 4000 eran alemanes del Kings German Legion (KGL), había dos
cuerpos de soldados españoles, de unos 4000 soldados cada uno, bajo el mando de
los oficiales británicos Whittingham y Roche,
que eran voluntarios en el servicio español. También había un contingente de portugueses e
infantería suiza del regimiento de Rolls, estos últimos al servicio británico.
Los Sicilianos y calabreses eran poco más de 1000 soldados. La caballería, unos
880 hombres, se componía de españoles, sicilianos, e ingleses, con un
contingente de húsares de Brunswick.
Kings German Legion (infanteria ligera) |
El general sir John Murray desplegó esta fuerza internacional a lo largo de
las alturas de Castalla la mañana del 13 de abril 1813, con su ala derecha
anclada en el pueblo y el castillo.
segundo batalla de Castalla |
El mariscal Suchet, antes de formar su ejército en columnas de ataque, tuvo
que desfilar por el paso estrecho de Biar, que, en caso de retirada le podría
causar graves problemas.
El ataque francés adoptó las tácticas de siempre, así que, mientras cinco
imponentes columnas de infantería avanzaban detrás de una nube de Tirailleurs, la
caballería buscaba flanquear la derecha de la posición aliada. Esta última
maniobra inquietaba tanto al comandante británico que, preso de los nervios, y
quizás atormentado por el punto trece del plan estratégico de Wellington que
decía; “Perdonaré todo menos que alguno
de los ejércitos sea derrotado o dispersado”, ordenó la precipitada
retirada del ejército de sus posiciones. Afortunadamente, la orden, portada por
jinetes llegó tarde y los oficiales de división la pasaron por alto, pues, ya
estaban metidos en combate.
En medio de la batalla, una de las columnas francesas al ascender la colina
llegó a un punto seguro quedándose oculto a la vista de los soldados aliados
que ocupaban la cima. Entonces, un solo oficial francés de granaderos se
descubrió, sable en mano, desafiando al regimiento británico a que enviasen uno
de sus oficiales para combatir con él, cuerpo a cuerpo. El reto fue aceptado
por el capitán Waldron del regimiento 27 de Inniskillin, irlandés de
nacimiento.
Durante el combate el sol
destellaba en sus sables mientras los choques de
acero resonaban alrededor de los soldados de los dos bandos que observaban la
escena en un intenso silencio. La lucha finalizó al poco tiempo, cuando el
irlandés, con un brusco movimiento, partió en dos la cabeza del francés.
Aprovechando la momentánea vacilación de las tropas imperiales al recibir tal
golpe a su moral, los soldados del Inniskillin, con gritos de guerra, cargaron
a la bayoneta contra la columna enemiga, que al instante reaccionaron dando
media vuelta huyendo despavoridos colina abajo.
A partir de este momento, el
mariscal Suchet no pudo recuperar la iniciativa, su retirada se convirtió en una
huida precipitada con la caballería, artillería e infantería, todos mezclados,
pasando en desorden por el paso de Biar.
Este bautismo de fuego del
ejército Anglo-siciliano resultó ser una victoria para los aliados, no debido a
la habilidad mostrada por su comandante sino a pesar de ésta.
Eran leones dirigidos por un
cordero.
Desembarque en Tarragona
A finales de mayo, Suchet volvería a
ver el ejército Anglo-Siciliano, esta
vez a su paso por aguas de Valencia transportado por una impresionante flota de
ochenta naves que, rumbo al norte, navegaba lo suficientemente cerca de la
costa para que el Mariscal francés las divisara. Suchet, obligado a mover
ficha, tardaría una semana en preparar una fuerza para ir a su encuentro.
La expedición de Sir John Murray
llegó a aguas de Tarragona el 2 de junio, dónde los generales españoles Copons
y Manso se le unieron con 8,000
hombres más. Ese día el estado del mar no permitía el desembarque de tropas,
así que tuvieron que esperar al día siguiente para empezar las complicadas
operaciones de hacer llegar a tierra firme 17,000 hombres, 800 caballos,
numerosas piezas de artillería y cuantiosas cantidades de municiones,
suministros, alimentos y agua. La operación se alargaría durante días.
Ante la disminuida guarnición
francesa (1600 hombres) y el mal estado de las obras defensivas de la ciudad,
un asalto general hubiese sido la vía más recomendable, pero Murray, erró en su
decisión, optando por poner en marcha todo un asedio convencional, malgastando
valioso tiempo montando baterías de artillería pesada para abatir las murallas.
De hecho, el impresionante conjunto de piezas de artillería fue la misma que
Wellington usó en los asedios de Badajoz y Ciudad Real.
Sitio de Tarragona 1813 |
El ejército cerca la ciudad
El ejército procedió a cercar la
ciudad, ocupando las mismas posiciones que los franceses durante el asedio de
1811. Todo el campo de Tarragona ofrecía una imagen muy variopinta hirviendo de
frenética actividad causada por las idas
y venidas de tropas y escuadrones de caballería que lucían una amplia y vistosa
gama de uniformes, todos ellos diferentes.
Los británicos vestían sus conocidas
casacas rojas, del mismo
color intenso iba la infantería del KGL resaltando sobre su infantería ligera
diferenciada por túnicas verde oscuro mientras que los dragones ligeros del
mismo cuerpo se cubrían con Pellizas azules.
También presentes la infantería
ligera de Calabria se paseaba en sus casacas azules y shakós cilíndricos,
seguidos por la infantería siciliana con túnicas azul celeste y casco tipo gorra de pluma.
Por otro lado la infantería y los húsares
de Brunswick vestían uniformes negros con una calavera como insignia.
Desde el mar, la impresionante flota
británica mantuvo un continuo y duro bombardeo de las posiciones enemigas,
empleando todo tipo de embarcaciones, desde fragatas hasta cañoneras. El buque
insignia, del almirante Benjamín Hallowell, era el poderoso HMS Malta de 80
cañones.
Almirante Benjamin Hallowell |
Vienen los franceses
A los pocos días del comienzo del
asedio llegó la noticia de que Suchet ya estaba en marcha hacia Tortosa con más
de 9000 hombres y que otro general francés, supuestamente Decaen, se acercaba
desde Barcelona con otra fuerza imperial superior a los 8000 hombres. En
realidad, éste último no fue otro que el general Maurice Mathieu.
Decaen, quien se encontraba en el
Emporda, temia poner en movimiento sus
tropas debido a la oportuna llegada de otra flota británica por las costas del
norte que había incluso llegado a desembarcar marines en la bahía de rosas. Resultó
ser una maniobra del Almirante Pellew en apoyo a las operaciones entorno a Tarragona.
Comunicación
entre los franceses
Los dos ejércitos imperiales unidos podrían
llegar a superar en fuerza a los aliados, sin embargo, la dificultad de comunicación entre ellos
disminuyó considerablemente su ventaja numérica. Con el camp de Tarragona
ocupado por fuerzas aliadas y el mar dominado por la escuadra británica,
cualquier correspondencia entre los
comandantes franceses, escrita con el fin de coordinar sus movimientos, era
impracticable, ya que tendría que dar la vuelta por el Coll de Lilla, Montblanc
y finalmente la Mora, pudiendo ser objeto de una emboscada por parte de las
guerrillas o somatens.
Coll de Balaguer
El hecho de que el campo de
Tarragona estuviera completamente rodeado de montañas significaba que, desde un
punto de vista estratégico, el ejército que asediaba la ciudad debía controlar
los desfiladeros, a través de los cuales el enemigo tendría que pasar, para así
oponerse a cualquier intento de socorro a la plaza por parte de fuerzas venidas
desde Barcelona o Tortosa. A 20 millas al sur de Tarragona se encontraba la
única via transitable que comunicaba la ciudad con Tortosa, el Coll de Balaguer,
dominado, en ese momento, por el fortín de San Philippe. Las fuerzas de Suchet
tendrían que abrirse paso en este punto o por lo contrario dar una vuelta tortuosa por la ruta de Mora
d’Ebre, Montblanc y el Coll de de la Riba.
Coll de Balaguer |
Por lo tanto, incluso antes de
empezar las operaciones contra Tarragona, el general Murray envió una fuerza
con el objetivo de hacerse con éste estratégico
fortín y cerrar así el paso al Mariscal Suchet.
Prevost
El tres de junio a las once de la
mañana el Coronel Prevost desembarcó a una milla al este del Coll de Balaguer
con una brigada bajo su mando compuesta de; el 2º batallón del regimiento 67
(South Hampshire), los regimientos suizos De Rolls y de Dillons y dos piezas de
artillería. Contaba con el apoyo de Capitán Adam de HMS Invincible.
El Coronel explicaba en su informe
que;
“Se
unieron a mí los regimientos de Barcelona y Palmas bajo el mando de Don José
Carles.
Inmediatamente
ordené a los Rolls rifles, la compañía ligera del 67 y la compañía ligera de
Rolls, bajo el mando del capitán Muller de los Rolls rifles, a cercar el fortín
la más cerca posible, lo cual hizo tan eficazmente que a las dos de la tarde,
el enemigo no pudo ni siquiera asomarse de sus parapetos.
Un cañón de 6
libras fue subido por la Sierra del Tasal, una montaña muy inclinada, a 700
yardas del fortín, para molestar al enemigo con obuses de metralla.
(…)El día 4, dos
cañones de 12 libras y un obús bajo el mando de Lieut Corbyn del HMS Invincible,
fueron subidos al Tasal y manejados por
la tripulación del buque.”
Extracto del informe de Prevost |
Coll de Balaguer
capturado
Durante la noche del quinto día de
ese mes hubo algunas pérdidas entre los marineros que iban de camino a las
baterías, montadas a 300 metros del Fortín cuando la guarnición francesa al
percibir el ruido que hacían, abrió fuego a ciegas. Aquella tarde un
contingente de Royal marines desembarcaron del bombarde HMS Strombolo con
órdenes de colocar una batería de dos morteros de 8 pulgadas sobre la carretera
a varios centenares de metros del puesto enemigo. Una de los proyectiles lanzados
estalló de tal manera que hizo volar la puerta del almacén de pólvora dentro
del mismo fortín, causando gran inseguridad entre la guarnición. En seguida el
Capitán Zehnpfenning fue enviado bajo una bandera blanca, logrando la inmediata
rendición de la guarnición francesa.
Fort San Phillippe |
La flota en Coll
de Balaguer
Ya en manos de los aliados sería muy
difícil que las fuerzas de Suchet lograsen pasar, pues, no solo tendrían que
conquistar el fortín y las tropas atrincheradas a su alrededor, sino que
sufrirían el acoso desde el mar de la poderosa flota británica que podría hacer
valer cientos de bocas de cañón a la vez.
Ship of the line |
Durante su avance tentativo Suchet comprobó
por sí mismo parte de lo que estaba por venir siendo expuesto a un intenso
cañoneo por parte de HMS Thames. Además, el hecho de encontrar toda la flota
británica anclada delante del Coll de Balaguer y la llegada de preocupantes noticias
sobre el avance de los ejércitos españoles en la provincia de Valencia acabó influyendo
en la decisión del Mariscal de desistir en sus intentos de llegar a Tarragona.
La defensa de
Murray
Sin embargo, a Murray se le llenó tanto
la cabeza por la supuesta superioridad del enemigo y su inminente llegada, que fue
incapaz de reconocer las buenas cartas que poseía en su propia mano. Su mejor carta
consistía en tener todas sus fuerzas concentradas en el único lugar donde las
dos columnas enemigas podrían unirse, el campo de Tarragona. Su posición
geográfica le hubiera permitido enfrentarse a sus oponentes por separado, logrando,
si hubiera querido, una superioridad local en su punto de ataque.
Lo que es más, habiendo ya derrotado
a Suchet en la batalla de Castalla, Murray contaba con ventaja psicológica
sobre el francés. De la misma manera se encontraba su aliado Copons, que en
abril del mismo año, había repulsado al general Matheiu en el Coll de Cristina,
causandole 600 bajas.
A pesar de que al ejército de Copons
le faltaba suministros y que había comunicado a Murray que no lucharía en campo
abierto sin existencia de vía de escape hacía las montañas, éste último todavía
contaba con una fuerza móvil de entre 12,000 y 16,000 hombres con que atacar al
general Mathieu.
Desgraciadamente, la sensación de
peligro y las ansias de huir de Murray iban en aumento, acentuadas aún más por la
inexistencia de posibilidad de reembarcar a su ejército debido a la mala mar
que hubo los días 8 y 9. El comandante en jefe de la fuerza anglo-Siciliana exageraba
también los puntos débiles de su propia
fuerza, alegando que las tropas italianas no trabajan de manera voluntaria.
Al final, a pesar de su buena mano, la indecisión y el
nerviosismo del comandante británico le llevaron a tomar una decisión
vergonzosa.
“(…)Lamento
afirmar que he tenido la necesidad de levantar el asedio de Tarragona y
embarcar al ejército (…) como única manera de evitar una acción general que
hubiera sido llevado a cabo bajo condiciones desventajosas”.
La mañana del 12 de junio comenzó a
embarcar a los soldados de una manera precipitada e impropia de un ejército
bien disciplinado.
El abandono de
21 piezas de artillería
La desgracia no terminó aquí. A
causa de su temor e impaciencia, Murray
dio la poco acertada orden de abandonar los valiosos cañones en sus baterías, de
clavarlos y de quemar sus carruajes.
El almirante Benjamin Hallowell,
alarmado por el desarrollo de los acontecimientos, le aconsejó a Murray que retrasase
la retirada hasta la noche, prometiendo embarcar todos sus cañones, sin embargo
su idea fue desestimada por el General. Indignado, el almirante enumeró las
pérdidas en una carta a su superior, el almirante Pellew:
“Lamento
informarle que ninguna medida había sido adoptada en preparación para la
retirada, y 21 piezas de artillería fueron abandonadas en sus baterías; once
piezas de 24 libras, cinco morteros de 10 pulgadas y cinco Obuses de 10
pulgadas, los cuales fueron todos clavados por orden del jefe de las fuerzas
aunque era mi decidida opinión y consejo esperar hasta la noche prometiendo embarcar todo.”
Extracto carta de Hallowell |
Hallowell también recibía informaciones
que contradecían la versión dada por Murray en relación a la supuesta superioridad
numérica de las tropas francesas que se acercaban desde Barcelona.
“Aún no he
escuchado que la fuerza enemiga haya pasado más allá de Villafranca y no hay
motivos para creer que la división venida desde Barcelona bajo el mando de
Decaen consista en más que cinco mil hombres.
El HMS Strombolo
regresó ayer noche de Torredembarra y Capitán Stoddart relató que ahí, vio una
persona que había salido de Villafranca a las siete y media de la mañana de ese
mismo día, quien informó que (...) su número era 5000 y que su artillería se
componía de dos pequeños cañones de montaña llevados por mulas, dos cañones de
campaña y un Obús.”
Consejo de Guerra
Las acciones de Murray dieron lugar
a un aluvión de críticas, conflictos e insultos. Fue relevado de inmediato del
mando del ejército Anglo-Siciliano y posteriormente llevado ante un consejo de
guerra que atrajo mucho la atención de la
prensa y el público en el Reino Unido.
Se enfrentó a tres
cargos;
El primero por haber
desembarcado inútilmente artillería y municiones después de saber que una
fuerza enemiga superior se le acercaba.
El segundo por desobediencia
de una orden escrita de Wellington, por solo haber embarcado, en principio, una
parte de sus fuerzas y no todas, operando erráticamente. (La caballería se
desplazó al Coll de Balaguer y Murray también volvió a desembarcar sus fuerzas temporalmente
en ese punto después de levantar el asedio de Tarragona).
El tercero y último fue
a causa de haber abandonado innecesariamente una gran cantidad de artillería y
pertrechos los cuales pudieron haberse embarcado con seguridad.
A pesar de las
declaraciones condenatorias de Hallowell como testigo en el consejo de guerra y
la suma de todas las pruebas en contra del general Sir John Murray, el oficial
aristócrata logró convencer al juez que las fuerzas francesas que se le
acercaban en Tarragona superaban las 20,000 tropas. Facilitando así su absolución de los dos primeros cargos. No obstante, excusar la pérdida del tren de
artillería que tanta deshonra había causado al
ejército británico resultó ser más complicada. El consejo de guerra
propuso amonestarle pero la intervención por parte del Príncipe regente
garantizó la absolución total de todos los cargos.
Hubo consecuencias
trascendentales debido a la pérdida del tren de artillería la cual derivó en la
anulación de la capacidad del ejército anglo-siciliano de llevar a cabo asedios
en Cataluña. Este desastre alivió la presión sobre el mariscal Suchet en
Valencia, permitiéndole maniobrar más confiado y sin temor a más operaciones en
su retaguardia.
Sin embargo los
franceses tenían en España los días contados. El 21 de junio la campaña de
Wellington alcanzó su punto álgido en la batalla de Vitoria, dónde atestó un
golpe definitivo al Rey José Napoleón del cual nunca se recuperaría. A partir
de este punto, a los franceses, no les quedó más opción que retirarse de la
Península.
Nota: Desde que escribí este artículo he ido descubriendo nuevos documentos que contradicen algunos de los fuentes consultadas y que me han obligado a revisar mi opinión sobre los sucesos de 1813 en Tarragona.
Para una versión revisada ver este otro artículo:
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