Durante la última semana de junio del año 1811, numerosos
grupos formados por hombres, mujeres y niños bajaron hacia la playa del
Milagro. Sin embargo en aquellos días, bajar a la playa nada tenía que ver con
la ociosa actividad que representa actualmente, ya que el mar significaba la
última oportunidad de sobrevivir escapando de la ciudad.
Mapa que demuestra la trayectoria de los disparos de cañón contra el punto del Milagro |
Un participante en la defensa, el comodoro Codrington, de
la Marina Real Británica, describió lo que vio allí: “Las pobres mujeres con sus niños y los heridos que bajan y se esconden
entre las grietas de las rocas a la espera de ser evacuados, esperan con
paciencia y a veces toda la noche la posibilidad de subir a uno de nuestros
barcos. Se convierten ellos en el objetivo constante del fuego enemigo, de
cañones y morteros que les pueden alcanzar.
La maldad que utilizan
en el ataque revela el carácter de los franceses y el tipo de guerra que llevan
a cabo. Observamos impotentes como es contra esta gente a quien dirigen su
fuego cuando la mala mar ni siquiera permite que nuestros botes se acerquen. El
fuego contra nuestros barcos puede ser legítimo en guerra, pero cuando se
dirige a la evacuación de mujeres y niños, es como disparar a la gente que sale
a enterrar a sus muertos.”
Esta escena insólita se desarrolló durante la evacuación
de los civiles que habían quedado atrapados en la ciudad sin los medios
suficientes para poder pagar a los
dueños de barcos privados. Así pues, como alternativa, las barcazas de
la Royal Navy no dudaron en rescatar a esa pobre gente de una muerte segura y
miles de personas fueron cargadas en los buques de guerra y fragatas de la
escuadra para posteriormente ser trasladadas a otros pueblos en la costa. Sin
embargo aquello no pudo evitar tragedias, ya que durante la evacuación, algunos
botes de remo fueron alcanzados por el fuego enemigo. Uno de ellos, una barcaza
de la nave HMS Blake, fue alcanzada y hundida por una bala de cañón que dejó
muerta y mortalmente herido a una madre y su bebé.
Durante las mismas operaciones de rescate, otra lancha de
la fragata inglesa HMS Centaur recibió otro impacto, que en el batir de un ojo
la atravesó, dejando así un trágico rastro de destrucción. Se lee en la
documentación de la época que un marinero llamado Henry Bakebury murió en el
acto, mientras otros cuatro hombres y varios civiles a bordo fueron heridos
gravemente. El cuaderno de bitácora del H.M.S. Centaur, recuerda: “la lancha regresó con los tenientes Ashworth
y Hughes gravemente heridos, David Toole mortalmente herido y Henry Bakebury
muerto.”
Cuaderno de bitácora del Centaur. Escrito delante de Tarragona en 1811 |
El Capitán John White del HMS Centaur sentía aquella
pérdida y escribió en su informe – actualmente se encuentra en los National
Archives de Londres- los siguientes detalles sobre estos hechos:
“Lista de muertos y
heridos pertenecientes al nave de su majestad Centaur, en acción con las tropas
francesas en la playa cerca de Tarragona, 28 de junio 1811:
La lancha del nave
Centaur – 2 muertos, 3 heridos
Oficial herido
Mr. Henry Ashworth,
Teniente, peligrosamente
Marineros muertos y
heridos
Henry Bakebury, marinero
ordinario.
David Toole, idem.
Heridos
John Hughes, intendente,
perdió su brazo izquierdo.
William Lubec, Marinero
ordinario, ligeramente herido en el hombro.
Total
2 marineros muertos, 1
teniente, 1 intendente y 1 marinero heridos.”
(Firmado) John C
White, Capitán.
Al pie de hoja, añadía: “Junto con esta lista suplico permiso para añadir que el excelente
carácter y conducta del teniente Ashworth me hace sentir más intensamente su
actual sufrimiento. Hay motivos de peso para creer que la peligrosa herida en
la rodilla causada por bala de cañón puede hacer necesaria su amputación. (…)”
A la 1 de la madrugada el marinero ordinario David Toole,
sucumbió a sus heridas. A las 7 de la mañana los cuerpos de Henry Bakebury y
David Toole fueron arrojados al mar según la costumbre.
Así fue como sucedió uno de los últimos y dramáticos
episodios del asedio de Tarragona.
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